domingo, 16 de mayo de 2010

viernes, 14 de mayo de 2010

Texto de Tahiche



...el sábado me levanté de la cama de muy buena gana y acordándome mucho de ella, y sin venir a cuento canturreando música canaria, fui a arreglar el jardín de una vecina para sacarme algún dinero y de camino a un centro floral en el coche a comprar hortensias con un amigo le iba cantando el famoso pasodoble Islas Canarias de muy buena gana, por supuesto no entendió ni papa pero que bonito suena dijo.., me acordé en ese momento de un verano en el Puerto que abuela me sacó a bailar, si señores como lo oyen! Me sacó a bailar un pasodoble por la noche en la terracita del Lago, a mi me dio tanta vergüenza que me entró la risa tonta y por supuesto abuela me mandó al carajo, y en un abrir y cerrar de ojos estaba de nuevo sentado en aquellas sillas de plástico que te dejan el culo blanco...compuesto y sin novia!....de vuelta al jardín, con el coche repleto de hortensias me asaltó por un instante a la memoria una malagueña que mi prima Daura me enseñó casi cuando éramos niños, hace mucho de esto y seguro ni se acuerda, nunca la canto porque me saltan las lágrimas con tan sólo recordarla, me pasa esto desde entonces....y dice "a las dos de la mañana, mi hermanito me llamó, despierta hermana querida, que nuestra madre murió...."eran las nueve de la mañana,.... que me tachen de loco poco me importa, como dice "La Cantata del Mencey Loco", "cuanto mas loco mas cuerdo...", porque los sentimientos no van en avión ni en tren, viajan a través del
corazón, y así mi abuelita Luisa encontró su modo de decirme adiós,
no si antes dedicarme tres sonrisas de medio lado en el hospital al
besarle la barbilla y preguntarle "de quien es esta barbilla???" y
darle su compota de fruta....te quiero abuela.

Texto de varios nietos leído por Nano

Por “Abuelita/Doña Luisa” con mucho AMOR y CARIÑO:
“Nos hemos reunido hoy aquí…(porque la DOÑA nos lo ha pedido) para compartir algunas de las tantas, tantas y tantas cosas por las que tenemos que darte las GRACIAS:

1.- Por esta familia: 10 hijos, 30 nietos, 27+2 bisnietos, 4 tataranietos, sus correspondientes parejas, piojos pegados,… por haber luchado y logrado mantenerla unida.

2.- Por ese caldito “que sienta las madres”, por ese café con leche, recién colado, con azúcar, bien calentito, y ese pan con mantequilla, siempre del día, esas torrijas, tus croquetas, las “albóndigas de abuelita”, las natillas con bizcochitos, tu arroz con leche, tus pestiños… y tantos y tantos platos que ninguno hemos sabido hacer como tú, estamos convencido de que el ingrediente que nos falta es el “amor que tu le ponías”

3.- Por esos consejos no siempre tan agradables de oír pero siempre tan acertados

4.- Por SIEMPRE decir lo que pensabas, quizás, una de las cualidades que más te admiramos y envidiamos, incluyendo mandar a hacer puñetas a quien se lo merecía sin ofender

5.- Por repartir amor a partes iguales, sin tener favoritos

6.- Por hacernos sentir a todos especiales en tu vida, tu amor incondicional

7.- Porque supiste enseñarnos con hechos no con palabras: tu honradez, tu firmeza ante la vida, tu espíritu de sacrificio

8.- Por saber afrontar la vida como viene, buscando siempre la salida, siempre la hay, aunque fuera a base de arroz y azúcar. Llorando cuando había que llorar, y riendo cuando había que reír, con esa sonrisa que iluminaba toda tu cara y esa carcajada que siempre contagiaba

“LLORAMOS, NO POR PERDERTE, SINO PORQUE EL MUNDO HAYA PERDIDO A UNA PERSONA TAN ESPECIAL COMO TÚ”

…y saben lo que Dª LUISA les diría en este momento…:

“QUE SON TODOS UNOS MERDELLONES…”

Carta de Ani, familia de Maruquita




Carta de Ani, familia de Maruquita, leída por Luisi en el funeral de abuela.

lunes, 10 de mayo de 2010

En nuestro recuerdo siempre (texto de Carmen)

Si tuviera que utilizar una sola palabra para definir a mi abuela, y aún siendo difícil, lo tendría claro: entrega.
Durante los años que tuve la fortuna de tenerla en mi vida mi abuela me entregó amor, cariño, calor y apoyo. Me prestó su hombro para llorar y me abrazó en los momentos duros, pero también rió conmigo y estuvo a mi lado en los felices, alegrándose como yo misma de lo bueno que me daba la vida.
La casa de mi abuela era el refugio de todos, sin excepción, ella no hacía excepciones. Cualquiera tenía allí su segunda casa, no hubo ni una sola ocasión en la que no me recibiera con los brazos abiertos y la sonrisa en la boca. No hubo una ocasión en la que no me ofreciera un plato de lo que hubiera ese día en el caldero, porque es que ella, que siempre había cocinado para un batallón, nunca se acostumbró a hacerlo para uno, y las visitas aprovechábamos esa incapacidad para comernos un plato de rancho, unos chicharros encebollados, unas torrijas o unos rosquetes por Navidad. Siempre que no la pillaras en medio del culebrón, porque si se te ocurría hacer eso, o te despachaba con viento fresco o te veías obligado a sentarte y ver la tele para oírla insultar a Pedro Alfonso Nicolás por haber dejado a Estela Aurora embarazada y tirada.
Doña Luisa era especial. Mis amigos alucinaban cuando la oían soltar tacos y afirmar, con total rotundidad, que a ella no la chuleaba nadie, ni siquiera sus hijos. Y quizás esos fueron dos de los valores que nos transmitió y que yo agradezco especialmente, el orgullo y la dignidad, dos máximas que luego mi madre continuó enseñándonos.
Era morruda como ella sola. No había quien la bajara del burro, y cuando se posicionaba sobre algo, ya te podías olvidar de que cambiara de opinión. También tengo que decir que por culpa de mi abuela en mi casa no se hacen las camas sino por la noche, antes de acostarnos. Hasta diez veces me deshacía una cama que yo había hecho previamente porque quedaba una arruga que no era de su gusto, la muy cabrita.
Durante unos años nuestras posiciones fueron irreconciliables, estábamos en polos opuestos, esos polos que la vida va acercando por medio de experiencias compartidas.
Mi abuela vivió una guerra y una posguerra, pasó momentos muy difíciles, como muchos entonces, y también como muchos que tuvieron esas experiencias se crió en un valor con el que hoy nos llenamos la boca pero que por entonces se practicaba mucho más: la solidaridad. Esa solidaridad que la hacía estar pendiente del que tenía menos, pese a que todos tenían poco, de compartir lo que se tenía, por poco que fuese y de echar una mano en los momentos difíciles a cualquiera del entorno. Es lo que la llevó a tener una relación de cariño con sus vecinos y amigos que fue correspondida, como he podido comprobar siempre y más últimamente.
Pero por encima de todo mi abuela hizo una gran labor. De eso soy testigo al contemplar a esta enorme estela de personas a las que quiso, que la quisieron y que la seguirán queriendo. Este nutrido grupo de personas que tienen algo de su sangre y, por lo tanto, algo de ella, y que la llevarán siempre en el recuerdo.Sólo puedo darte las gracias abue, ha sido un privilegio tenerte en mi vida.