lunes, 10 de mayo de 2010

En nuestro recuerdo siempre (texto de Carmen)

Si tuviera que utilizar una sola palabra para definir a mi abuela, y aún siendo difícil, lo tendría claro: entrega.
Durante los años que tuve la fortuna de tenerla en mi vida mi abuela me entregó amor, cariño, calor y apoyo. Me prestó su hombro para llorar y me abrazó en los momentos duros, pero también rió conmigo y estuvo a mi lado en los felices, alegrándose como yo misma de lo bueno que me daba la vida.
La casa de mi abuela era el refugio de todos, sin excepción, ella no hacía excepciones. Cualquiera tenía allí su segunda casa, no hubo ni una sola ocasión en la que no me recibiera con los brazos abiertos y la sonrisa en la boca. No hubo una ocasión en la que no me ofreciera un plato de lo que hubiera ese día en el caldero, porque es que ella, que siempre había cocinado para un batallón, nunca se acostumbró a hacerlo para uno, y las visitas aprovechábamos esa incapacidad para comernos un plato de rancho, unos chicharros encebollados, unas torrijas o unos rosquetes por Navidad. Siempre que no la pillaras en medio del culebrón, porque si se te ocurría hacer eso, o te despachaba con viento fresco o te veías obligado a sentarte y ver la tele para oírla insultar a Pedro Alfonso Nicolás por haber dejado a Estela Aurora embarazada y tirada.
Doña Luisa era especial. Mis amigos alucinaban cuando la oían soltar tacos y afirmar, con total rotundidad, que a ella no la chuleaba nadie, ni siquiera sus hijos. Y quizás esos fueron dos de los valores que nos transmitió y que yo agradezco especialmente, el orgullo y la dignidad, dos máximas que luego mi madre continuó enseñándonos.
Era morruda como ella sola. No había quien la bajara del burro, y cuando se posicionaba sobre algo, ya te podías olvidar de que cambiara de opinión. También tengo que decir que por culpa de mi abuela en mi casa no se hacen las camas sino por la noche, antes de acostarnos. Hasta diez veces me deshacía una cama que yo había hecho previamente porque quedaba una arruga que no era de su gusto, la muy cabrita.
Durante unos años nuestras posiciones fueron irreconciliables, estábamos en polos opuestos, esos polos que la vida va acercando por medio de experiencias compartidas.
Mi abuela vivió una guerra y una posguerra, pasó momentos muy difíciles, como muchos entonces, y también como muchos que tuvieron esas experiencias se crió en un valor con el que hoy nos llenamos la boca pero que por entonces se practicaba mucho más: la solidaridad. Esa solidaridad que la hacía estar pendiente del que tenía menos, pese a que todos tenían poco, de compartir lo que se tenía, por poco que fuese y de echar una mano en los momentos difíciles a cualquiera del entorno. Es lo que la llevó a tener una relación de cariño con sus vecinos y amigos que fue correspondida, como he podido comprobar siempre y más últimamente.
Pero por encima de todo mi abuela hizo una gran labor. De eso soy testigo al contemplar a esta enorme estela de personas a las que quiso, que la quisieron y que la seguirán queriendo. Este nutrido grupo de personas que tienen algo de su sangre y, por lo tanto, algo de ella, y que la llevarán siempre en el recuerdo.Sólo puedo darte las gracias abue, ha sido un privilegio tenerte en mi vida.

1 comentario:

  1. La música de abuelita....

    ...el sabado me levanté de la cama de un brinco y acordándome mucho de ella, y sin venir a cuento
    canturreando musica canaria, iba a arreglar el jardín de una vecina para sacarme algún dinero y de camino a una tienda de flores en el coche a comprar hortensias con un amigo le iba cantando el famoso pasodoble Islas Canarias de muy buena gana, por supuesto no entendió ni papa “pero que bonito suena” dijo.., me acordé en ese momento de un verano en el Puerto que abuela me sacó a bailar, si señores como lo oyen! Me sacó a bailar un pasodoble una noche en la terracita del Lago. A mi me dio tanta verguenza, (porque naturalmente yo no sé bailar pasodobles), que me dió la risa tonta y por supuesto abuela me mandó al carajo, y en un abrir y cerrar de ojos estaba de nuevo
    sentado en aquella silla estropeada de plástico blanco de esas que te dejan el trasero perdido...compuesto y sin novia!....
    de vuelta al jardin, con el coche repleto de hortensias me asaltó por un instante a la memoria una
    malagueña que mi prima Daura me enseñó casi cuando éramos niños, hace mucho de esto y seguro ni se acuerda, nunca la canto porque me saltan las lágrimas con tan sólo recordarla, me pasa esto desde entonces....y dice:
    "a las dos de la mañana, mi hermanito me llamó,
    despierta hermana querida, que nuestra madre murió...."
    eran las nueve de la mañana,....
    Y queridos amigos, que me tachen de loco poco me importa!, como dice La Cantata del Mencey Loco, "cuanto mas loco mas cuerdo...", porque los sentimientos no van en avión ni en tren, viajan a través del corazón, y así mi abuelita Luisa encontró su modo de decirme adiós a través de su música, no si antes dedicarme tres sonrisas de medio lado en la clínica:
    la primera al besarle la barbilla y preguntarle "de quien es esta barbilla???"
    la segunda al peinarla y decirle que la iba a dejar un look fashion “cargadito” como la Reina Sofía
    y la tercera al darle de comer su compota de fruta y Marilo reganarla... pero Marilo, bobita, tu no ves que “los machos chicos” tenemos nuestros privilegios para con abuela?, y los no tan chicos claro....
    te quiero abuelita
    tu nieto
    Tahiche

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